Las prensa amarillista de México

Aldo Christopher Granada Rivera, ingeniero químico de 30 años de edad, vivió varios meses escondido en México porque lo señalaban falsamente como un narco prófugo, su fotografía apareció en los periódicos y en la televisión, luchó para que su caso fuera aclarado y lo logró, resultando en que un narcotraficante lleva casi su mismo nombre: Aldo Christopher Granada González.

Preocupa lo ocurrido a Granada Rivera, sin embargo, en toda la República Mexicana hay miles de personas, generalmente adolecentes, detenidos como sospechosos de robo, asalto, o por, supuestamente, haber golpeado a alguien y ahí los tiene usted en las páginas rojas de los diarios de las diferentes ciudades.

Esto prevalece más en los periódicos de las capitales de los estados, en cuyas páginas aparecen tanto adultos como  menores de edad quienes sin ser acusados formalmente (mucho menos juzgados o declarados culpables) son expuestos con foto y nombre en los periódicos a sólo un día de haber sido detenidos.

Es que a la mayoría de los directores de cada periódico no le importan las circunstancias en las que se hacen las detenciones, si fue acusado en forma falsa, si golpeó a alguien en defensa propia, si lo agarraron a él o a ella por estar cerca al grupo de los maleantes que huyó. Lo que importa es explotar el morbo del público, vender periódicos, llenar las páginas con fotos de menores de edad, convertidos en leprosos sociales, con su futuro truncado.

Las víctimas, o sea estos “criminales”, son principalmente personas pobres, sin recursos para defenderse por medio de un abogado, escasamente aparecen como maleantes los hijos de la clase gobernante y empresarial, porque, aparentemente, los que se portan mal y burlan las leyes son los pobres para fortuna de los dueños de periódicos que tienen como principal atractivo las páginas con las que crean el interés y explotan el morbo.

Este abuso de la mayoría de los diarios contra la gente pobre de México lleva décadas, proviene desde el porfiriato, desde que se ha venido utilizando a la clase pobre y paupérrima, circo para los que si podían comprar un periódico, esa aberración contra la justicia social y contra el periodismo prevalece hasta nuestros días.

Lo del ingeniero no debe preocupar tanto, debe preocuparnos los abusos de que a diario son objeto cientos de personas, sin estudios y sin dinero para poder defenderse, víctimas de la prensa cuya misión principal es la de informar, no acusar, ni enjuiciar causando daños irreparables en los objetos de sus noticias.