Héctor Duarte

El muralista de los inmigrantes

Ector Duarte
Ector Duarte

NSN.- Por el predominio de las mariposas en algunas de sus obras, el pintor michoacano Héctor Duarte bien podría ser catalogado como el muralista de los inmigrantes, pero este artista radicado en Pilsen es, además, una institución del arte.

Terminada su exposición de mariposas en Casa Michoacán, misma que expondrá en forma muy diferente en las calles de su pueblo, Caurio de Guadalupe, estado de Michoacán, Duarte regresará a su lugar de origen para continuar su obra artística que consiste también en un mural de más de 80 metros en la plaza del pueblo, en la distribución de coloridas mariposas que pronto lucirán en las calles de la población, simboliza a los miles de michoacanos que han “volado” a los Estados Unidos.

El mural, junto con decenas de mariposas de gran tamaño que pueden ser apreciadas a muchos metros de distancia, refleja la inquietud social del artista que salió de su pueblo en 1985 para establecerse en Chicago. “Las mariposas regresan a Michoacán cada año, una inmigración que la empecé a relacionar con los humanos. Para mí, es el mensaje de que las fronteras no existen”. Con una preocupación que él puede expresar mejor con su pintura, nos dice que “en Caurio, los jóvenes se van y se siguen yendo y unos regresan sólo a buscar la muchacha con la que quieren casarse, regresan a Estados Unidos y vuelven al pueblo a casarse. Las mariposas son como una indicación de los que no han regresado, regresen, como hacen las mariposas”.

Hablamos con Héctor Duarte en su casa-estudio de la calle Wolcot, una casa que se ha convertido en atracción para los turistas y que por los murales que la adornan parece estar asociada con el arte que guarda a menos de media cuadra el Museo Nacional de Arte Mexicano, no obstante, hay en Chicago, así como en poblaciones vecinas, unos cuarenta murales realizados por Duarte desde su llegada a Chicago en 1985.

Con el embellecimiento de Caurio, con aproximadamente 2,500 habitantes, la intención de Héctor Duarte, y de otros que lo apoyan en el proyecto, es la de hacer que sus habitantes regresen al pueblo que vean que se embellece, que tiene qué verle.

Las gigantescas mariposas están elaboradas con un material que en México es conocido como pellón, “yo le llamo papel sintético que hay que preparar bien para que resista las lluvias y el sol”, nos dice el muralista. La simbología de las mariposas y la emigración del ser humano, en este caso de los mexicanos, la aplicó Duarte en el mural que le fuera encomendado por la CTA (Autoridad de Tránsito de Chicago) cuando en el 2004 finalizó la reconstrucción de la estación de trenes en la Avenida Western de Pilsen, en la que dibujó a un paletero de cuyo carrito surgen tantas mariposas que pasan al interior de la estación y adornan las paredes en el área de las escaleras eléctricas.

Cuando niño, Héctor no pensaba que su carrera y vocación se enfocarían en la pintura, en la realización de cuadros y murales unos menos abstractos, otros tal vez demasiado realistas plasmados en diferentes tipos de paredes o en enormes mantas, en forma similar a lo que hacía uno de sus maestros a quien no conoció, David Alfaro Siqueiros.

Cuando estudiaba en los grados quinto y sexto año de primaria empezó a destacar junto con su hermano Luis en el dibujo, fue entonces cuando se inscribió en uno de tantos los curso de pintura por correspondencia que se ofrecían a través de revistas como “Memín Pinguín” y “El Santo” lo que hizo que en 1977 diera un salto formal al inscribirse en el Taller Siqueiros, ubicado en Cuernavaca, mismo que duraría solo un año en funciones ya que un gobernador de la época lo mandó clausura porque el centro de estudios se había convertido en un “foco de subversión” según aquel mandatario. Fue en ese año precisamente cuando Duarte viajó a Chicago para asistir a un congreso sobre el muralismo, pero a su regreso no pudo continuar estudiando en dicha institución que había sido fundada cuatro años después de la muerte del gran muralista.

¿Qué lo hizo radicarse en Chicago? Nos cuenta que fue la libertad con la que aquí se desarrolla el muralismo, “porque aquí con el permiso del dueño de la propiedad puedes pintar en la calle. En México no es así, para eso, allá tienes que ser muy amigo de un destacado político y yo, jamás”.

Si Chicago es considerada la capital del muralismo en los Estados Unidos, hay padres de ese movimiento en la ciudad como Mario Castillo, maestro de arte en el Columbia College, otros citarían a Ray Patlán, autor entre otras obras de los murales de Casa Aztlán y quien regresaría para pintar en los interiores de la escuela secundaria Benito Juárez junto con Duarte y otros artistas.

Duarte podría participar, tal vez junto con otros muralistas, en un plan que todavía está en estudio, sobre la realización de un mural en las enormes bardas de la cárcel del condado de Cook ubicada en la California Ave, y la calle 26.

Su estudio luce como lo que es, con mucha luz que se agrega al colorido de las obras del pintor, unas concluidas, otras sin concluir, cuadros de diferentes tamaños, todas merecedoras de una explicación de su autor, explicación que puede ser filosófica, política o social, tal vez por esto, para él no es motivo de desconsuelo, y toma como una ineludible realidad el hecho de que haya poco interés en sus cuartos “la gente no consume mi trabajo, prefiere paisajes y fotografías en sus salas”.

El principal ingreso económico de este artista consiste en la paga por cursos y talleres de arte que imparte en forma esporádica en escuelas de diferente nivel, que pueden ser una primaria o una universidad. La encomienda de murales también le produce ingresos. Una de sus obras más recientes la realizó en el interior del nuevo restaurante que el célebre Chef, Rick Bailes inauguró en el aeropuerto O’Hare.

Continuará regresando a su pueblo natal, Caurio de Guadalupe, donde le queda mucho por hacer, en espacial, despertar con su arte el interés por su pueblo para que, por lo menos, no quede abandonado del todo. Con sus obras, los inmigrantes radicados en Texas, California o Illinois, tendrán un motivo más para regresar.

Héctor Duarte tiene 63 años de edad. “Me casé un poco tarde”, nos dice sonriendo, su esposa es Linda Lutton, con quien ha procreado dos niñas y un niño.

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